Puntos ordinarios

Mis dominios se limitan a cuatro puntos ordinarios de una habitación también ordinaria.

Primer punto ordinario: una pequeña estufa es la protagonista de esta zona, cuyo enojo calienta el sistema galáctico improvisado. Histérica, se sujeta al enchufe para que ese estado ciclotímico brinde un toque hogareño a todo. Limita a su derecha con una cama-altar-sarcófago en donde cada noche, las ausencias se encargan de sembrar clavos para que el sueño no resulte tan barato.

Una alfombra raída de un triste marrón cubre no sólo a este punto, sino a todo el reino.

Segundo punto ordinario: La cama termina completando esta parte, compartiendo el panorama con una pequeña grieta a quien le cuento en las noches más oscuras: historias de niños sin padres y de perros que murieron por el síndrome del abandono. A veces desaparece sin avisar, otras crece e invita a esconderme cuando hay amenaza de lluvia y el amor supura como pasto, en donde solo hay escarcha.

Este es el punto más vacío de toda la comarca.

Tercer punto ordinario: se disputan el paisaje, algunos calzoncillos rotos, dos almohadas prestadas y un pequeño mueble que sostiene una radio comprada en el 98, que deja escuchar desde el jazz más progresivo hasta la más sentida de las bossas. La otra noche, la voz de mamá se escapó por uno de los parlantes para recordarme que aprendí rápidamente a encender fuego sobre los caparazones Esta electrodoméstica compañía le deja espacio a un cuaderno de forro araña rojo, donde anoto pensamientos repentinos. Ayer escribí: “En la lucidez siempre hay sufrimiento”.

Cuarto punto ordinario:
se observa un ventanal, cuadro perfecto y luminoso pintado de verde pomelo y naranja de tejas tostadas hace años. Cada tanto, un murciélago intenta pasar la frontera, pero al ver las imágenes que salen de mi cabeza esquiva el objetivo y busca algún techo abandonado, donde continuar su destino. Esta parte del reino es la que más atrapa, si algún día promociono estos puntos, la foto a través del ventanal sería la portada. Es aquí que siempre pregunto a la ciudad hacia que calles lleva el desamparo, donde uno puede imaginar gente riendo de anécdotas, o a dónde van a parar los pelos que caen en el baño.

Este es el lugar donde pienso armar un altar con varias fotos que pauten llantos, suspiros y masturbaciones, hasta que el cerdo tiempo caiga como balde de agua caliente, cambie de color las sábanas y me encuentren en el faro de la repisa, mirando como la madrugada alumbra los cuatro puntos ordinarios.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
me encantan tus puntos pares, sobretodo el segundo, y el cuarto claro, cómo no gustarme... me encantan las aristas de las palabras que usas, espero visitar ese reino algun dia, ya avisaré para q puedas preparar alguna alfombra , )
nde kape, d

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