Aún le temo a la oscuridad (noche 181)
Blanco y largo fue el pasillo que me llevo hasta vos, la última vez. Pitidos, botones de colores y pantallas liquidas se juntaban para hacer ese escenario un poco mas agradable. Rostros succionados. Dante se paseo por acá, y luego describió el purgatorio en su Comedia (Divina?). Estoy inquieto. Párpados rojos y lengua lila...
Solo desee no verte mas, no de esa manera. Intente verte en otro contexto, en esa tarde que jugaste tuka’e, descanso y tomamos jugo de naranja. Y la vez que te regale un joyero hecho con palitos de helado. Demasiado callé. Tapé todos los sentidos pero esto salió del lado izquierdo del pecho. Procuré imaginar una canción, escuche solo a Karen con su “Yesterday Once More”. Intento que no se me empañen los lentes.
Imposible....
Continuo. Con dificultad pero lo hago.
Desde acá, con mi pose de estatua tambaleándose en su pedestal de esponja intento parar de escribir, describir, exponer pero no se puede. Si alguna vez las ideas se exiliaran de mi cabeza y por debajo de mis uñas parara de salir tinta quizás, pero no es así. No. Ni por si acaso. “What do you say? I feel in love with you before the second show” (Superstar). Yo se que vos también.
Me distrae el parpadeo del cursor pero me lastima tu cama vacía. Es un pequeño montón de madera, alambre y espuma. Pero la verdad, desde ahí suspendías una gran cantidad de espacios, desde los cuales te encargabas de dejarme claro que yo era el protagonista de cada pequeña, diminuta y micronésima porción de limbo capturada por tu acción.
Luego de depositarte intenté cerrar muchas puertas, dar por finalizado el asunto, vestir con cintas adhesivas cualquier grieta por la cual te colaras, pero fue inútil. Fue estúpido. Todo, todo olía a vos, tus ropas se me pegaban o se expulsaban a ellas mismas del ropero, tu foto parecía hacerme muecas desde la mesa y tu azalea explotó roja y purulante en el medio del jardín.
Desee muchas cosas, guardar lo tuyo dentro de un pomelo, tensar en la calle tu bufanda y hacer contar las manchas de la pared a tu foto. Todo sin resultados. Como negar algo de lo cual se es parte, se lleva adentro, se es extensión... Lo que se me ocurrio cuando me pidieron unas ultimas palabras: Gracias, por hacerme parte de tu eternidad en esta vida. Creo que esto resume todo.
6 meses, para muchos, tiempo transcurrido que sana heridas, para otros (me incluyo en este grupo) 180 noches en donde resulta difícil no pensar (no pensarte), hablar en sueños (decirte te quiero) o simplemente divagar (pensar en hacer un altar con el último regalo que me diste).
Hoy es la noche 181, como de costumbre me cepillare los dientes, buscaré dormir con Adriana susurrándome “Metade” y deseando encontrar en ese espacio obscuro tus manos dándome un dificultoso y timido abrazo; esperando que me cantes al oido canciones sobre niños preguntando a sus padres sobre sus destinos y admitiendo, si... que aun le temo a la oscuridad, como hace 19 años atrás.
Solo desee no verte mas, no de esa manera. Intente verte en otro contexto, en esa tarde que jugaste tuka’e, descanso y tomamos jugo de naranja. Y la vez que te regale un joyero hecho con palitos de helado. Demasiado callé. Tapé todos los sentidos pero esto salió del lado izquierdo del pecho. Procuré imaginar una canción, escuche solo a Karen con su “Yesterday Once More”. Intento que no se me empañen los lentes.
Imposible....
Continuo. Con dificultad pero lo hago.
Desde acá, con mi pose de estatua tambaleándose en su pedestal de esponja intento parar de escribir, describir, exponer pero no se puede. Si alguna vez las ideas se exiliaran de mi cabeza y por debajo de mis uñas parara de salir tinta quizás, pero no es así. No. Ni por si acaso. “What do you say? I feel in love with you before the second show” (Superstar). Yo se que vos también.
Me distrae el parpadeo del cursor pero me lastima tu cama vacía. Es un pequeño montón de madera, alambre y espuma. Pero la verdad, desde ahí suspendías una gran cantidad de espacios, desde los cuales te encargabas de dejarme claro que yo era el protagonista de cada pequeña, diminuta y micronésima porción de limbo capturada por tu acción.
Luego de depositarte intenté cerrar muchas puertas, dar por finalizado el asunto, vestir con cintas adhesivas cualquier grieta por la cual te colaras, pero fue inútil. Fue estúpido. Todo, todo olía a vos, tus ropas se me pegaban o se expulsaban a ellas mismas del ropero, tu foto parecía hacerme muecas desde la mesa y tu azalea explotó roja y purulante en el medio del jardín.
Desee muchas cosas, guardar lo tuyo dentro de un pomelo, tensar en la calle tu bufanda y hacer contar las manchas de la pared a tu foto. Todo sin resultados. Como negar algo de lo cual se es parte, se lleva adentro, se es extensión... Lo que se me ocurrio cuando me pidieron unas ultimas palabras: Gracias, por hacerme parte de tu eternidad en esta vida. Creo que esto resume todo.
6 meses, para muchos, tiempo transcurrido que sana heridas, para otros (me incluyo en este grupo) 180 noches en donde resulta difícil no pensar (no pensarte), hablar en sueños (decirte te quiero) o simplemente divagar (pensar en hacer un altar con el último regalo que me diste).
Hoy es la noche 181, como de costumbre me cepillare los dientes, buscaré dormir con Adriana susurrándome “Metade” y deseando encontrar en ese espacio obscuro tus manos dándome un dificultoso y timido abrazo; esperando que me cantes al oido canciones sobre niños preguntando a sus padres sobre sus destinos y admitiendo, si... que aun le temo a la oscuridad, como hace 19 años atrás.
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