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Al amor puto

Al amor puto  todos los atentados Clavos en el asfalto que pinche, reviente y vuelque sobre los insultos Al amor puto todas las groserías las brujerías que se tatué en la espalda una mueca más La hipocresía pendiendo del lóbulo izquierdo y en los labios, nombres de hombres casados Al amor puto el culo al aire que ventile la discreción que grite fuerte quienes son de armario y suelte al aire papeles de colores como caricias Al amor puto todas las condenas Si nos escondemos damos la razón a quienes rezan a un hombre  semidesnudo crucificado y triste  porque perdió la capacidad para adiestrar a sus bestias.

Hay ropa de hombre en mi cama

sorteando los perromiedos ¿Quién sabe calcular la velocidad  en que cae un calzoncillo o los decibeles del beso más ruidoso? Hay ropa de hombre en mi cama y debajo un laberinto de zapatos sin pares. La entrada es gratis, la salida, crimen sin juicio. Hay saliva de hombre en mi espalda para que no se noten la edad, la bofetada y el abandono.   Hay leche de hombre en mi cuello ausentes las marcas y golpes. Su semenperla el más suntuoso accesorio. Hay ropa de hombre en mi cama todas las noches, todas las mañanas y nuevos gemidos y nuevas posturas que devuelven lo animal, lo posible, lo que no debería costar tan caro.

Mantenimiento y reparación

Hoy tengo a dos hombres en casa. Uno es plomero, el otro electricista. La resistencia de la ducha se quemó (como la espera), hizo cortocircuito (igual que el corazón). Tienen espaldas anchas, brazos fornidos (como el amante que se fue al amanecer o el padre que nunca tuve). Me explican milimétricamente lo que pasó. Miro y deseo que así, traduzcan mi soledad.  Por momentos me angustio, entro en pánico. Pero se que van a mostrarme todo lo descompuesto que tengo.

Urge

Darte un beso, en el baño, en la plaza, debajo de un caballo aunque el viento del río secuestre sombreros y miedos. Urge poner labio contra labio, diente con encía, superstición con premeditación. Que se escandalicen las monjas, el comisario, tu mamá y tu novia. Besar a un hombre en público nunca resultó tan osado, tan heroico. Urge, urge quedarnos así como ventosas, como siameses, como dos que antes fueron uno, sin mapas ni propiedades. Que el beso suene en todas las cuadras, que llegue al Chaco y baje sonando a desierto. Que robe las plumas de pájaros extintos, que cosa heridas de todos los torturados. Quedémonos así besándonos, hasta que el más conservador suelte una lágrima, hasta que el tirano quiera abrazar. Besémonos, toquémonos porque esto es REVOLUCIÓN.