Las sierras y su sonido son abejas insistentes que giran alrededor del corazón: granada reluciente a punto de descomponerse. Afuera sucede la vida. La imagen se interrumpe por la idea de tu cuerpo yaciendo sobre la cama y los dedos a punto de sentir, de levantar el ánimo y hacerlo bandera. El silencio brilla en las esquinas. La boca no puede pronunciar toda tu piel. La única mueca que sale parece decir: quiero.